Teléfono {Hija pt.1}
sábado, 2 de mayo de 2020 | Publicado por Flafourcade en 13:08 0 comentarios
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Hospital {Hija pt.2}
Antes de preguntar 'qué había pasado' se detuvo a pensar que quizá el helado de lúcuma deba permanecer en el mismo lugar más tiempo del que tenía presupuestado.
Sin tener mucha información al respecto, más allá del típico 'es delicado, aquí le daremos detalles al respecto', tomó su abrigo de la suerte, para espantar todo tipo de mala vibra.
Ese abrigo verde petróleo, que había sido testigo de más alegrías que tragedias. Se lo ponía cada vez que iba a buscar los resultados de sus exámenes finales. Hasta el momento iba invicta, gracias al poder de su querido abrigo, que le enviara su madre el primer invierno que permanecía lejos del lugar donde nació.
Bajó por las escaleras, necesitaba pensar en las posibilidades, en las coincidencias, en un montón de cosas que relacionaran su vida con un hospital, que pudieran ser buenas.
Repasó una y otra vez la llamada telefónica que había recibido. El tono neutro y frío de su interlocutora quitaba toda posibilidad de que le fueran a dar una buena noticia. Mal que mal, no te llaman de un hospital para darte un premio, a no ser que lo hayas estado esperando por nueve meses. Estaba lejos de ser su caso.
Llego a la puerta con el número '1' de metal atornillada en ella. Luego de ver detenidamente el autoadhesivo 'salida de emergencia', atravesó el marco lentamente. Esta, al parecer, podría ser una emergencia.
Saludó con una sonrisa tan falsa como sus nervios la dejaban, pero no podía dejar de sonreírle a Arturo, el conserje. A pesar de tener esa comunicación de menos de un minuto diario, ha hecho buenas migas con él.
Caminó tres cuadras en dirección a cualquier lugar. Podrían haber llamado de la estación de policía, de la universidad, de los bomberos . . no, de los bomberos no; pero de las anteriores, podría ser menos trágico que una llamada sorpresa y con poca información desde un hospital.
Hizo parar un taxi cuando no buscó más respuestas.
- Al hospital por favor.
Quiso decir cualquier otra cosa, pero estaba atada de manos.
Se fue mirando por la ventana, mientras afuera comenzaba a llover. Le gusta la lluvia,
esto era un buen presagio. Alguien va a ser, o fue, papá. O mamá.
Se bajó del taxi, camino por las escaleras de un Hospital al que jamás había ingresado. 'Siempre
hay una primera vez para todo', que mala frase para una situación como esta.
Llegó al mesón de lo que parecía un call center, y se dirigió a la recepcionista.
- Hola, me llamaron por teléfono, y me dijeron que viniera urgente.
- Su nombre y apellido por favor.
- Valentina Plaza, con zeta.
A pesar de que era claramente obvio como se escribía, más de una ves lo habían escrito 'Plasa'.
Luego de teclear con una velocidad, que le hizo pensar que quizás la señorita tenia pulpos en
lugar de manos, se escuchó desde la otra parte del mesón.
- Ahh, es usted, le informaré al Dr. Yáñez que llegó.
- Muchas gracias - Le dijo sonriendo de la misma falsa manera que le sonrió a Arturo.
- Cuanto lo siento, de verdad.
Qué rayos haría que la recepcionista de un hospital le dijera 'lo siento' a una persona que ha visto solo un vez en la vida y que quizás nunca más vea. Esto no tiene buena pinta.
- ¿ Sentir qué . . ?
No alcanzó a obtener una respuesta, cuando apareció un tipo alto, de lentes gruesos, con un delantal
blanco que dejaba en claro su oficio.
- ¿Valentina Plaza?
- Si, soy yo.
- Acompáñeme, por aquí, por favor. Y le pediría que se prepare.
- ¿Prepararme para qué?
- Sígame. Lo sabrá enseguida.
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Azulejos {Hija pt.3}
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Árbol {Hija pt.4}
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Arcilla {Hija pt.6}
Sentada en el autobús, camino al departamento que había habitado su padre hasta hace un par de días, aún era incapaz de dimensionar lo que estaba viviendo.
El hombre que la abrazaba cuando tenía pesadillas a los tres años; que empujaba su columpio a los seis; que en plena adolescencia le enseñó a conducir; y sin mayor explicación se marchó de casa antes de que ella cumpliese los dieciocho; ahora yacía sobre una fría camilla de acero inoxidable.
Al salir de la morgue, le entregaron las pertenencias de su padre: un chaleco de hilo de color verde, algo descocido en los puños; una camisa blanca, a la que le faltaban un par de botones, y los que le quedaban pendían débiles de sus costuras; un pantalón caqui color té con leche, de apariencia mejor cuidada que las otras dos prendas; un par de zapatos marrones a medio lustrar; y un maletín cerrado con llave, del que colgaba un llavero.
Le contaron, al entregarle las cosas, que al momento de ser encontrado, su padre abrazaba el maletín, como si quisiera llevárselo con él; como si quisiera que se lo entregaran a la persona que fuese a reconocerlo al hospital. Colgando de una hebilla de la valija, estaban atadas las llaves del departamento de su padre; eran tres llaves, dos parecían ser de una puerta; la tercera, más pequeña, tendría que averiguarlo más tarde. Lo que sí pudo comprobar era que ninguna de las tres llaves abría el pestillo del maletín de cuero que llevaba entre las manos.
Era fácil reconocer el edificio al que se dirigía con las indicaciones que le dieron en el hospital.
Una edificación de 10 pisos, enchapado de ladrillos, estilo viejo colonial, los que adoptaban un color rojizo cuando el sol lo bañaba al mediodía, y un color marrón oscuro al anochecer. Eregido sobre un mini-market de una conocida cadena, ubicado en una punta de diamante, frente a una farmacia independiente, que deberá llevar ahí más de treinta años, visibles a todas luces en su fachada y en su interior, pero que aún así se resistía al paso del tiempo y a abandonar su labor hacia la comunidad.
El ingreso al lobby se encontraba por un costado, donde se tuvo que registrar con el conserje, a pesar de explicarle la razón de su visita.
- Yo no pongo las reglas aquí, señorita. Sólo me pagan por hacerlas cumplir.
Tomó el ascensor, y su corazón comenzó a acelerarse. Sintió una gota de sudor recorrer su espalda, y al llegar a la puerta de su destino, le pareció que el número "605" que colgaba sobre el ojo mágico se burlaba de ella, moviéndose en círculos sobre su cabeza.
Quitó el seguro con la primera llave, marcada con un '1' sobre la goma amarilla que la recubría; al girar la segunda sintió cómo la puerta se abría al empujarla.
Respiró hondo, exhaló lentamente, y entró.
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Cerrojo {Hija pt.7}
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