Sonrisa {Hija pt.8}

Con los ojos cargados de lágrimas secas, y las marcas de las ojeras pesando sobre sus mejillas; Valentina se despertó a la mañana siguiente tendida sobre el sofá celeste. 

La noche anterior, luego de leer la carta que había encontrado, caminó en estado casi sonámbulo hacia la cocina y apagó la cacerola. 
Se sentó en lo que debió ser para su padre el lugar más cómodo para leer un trozo de papel tantas veces como el sueño lo permitiese; y así lo hizo, una y otra vez.
Casi lo podia oír recitándole cada palabra, cada párrafo, como si fuese una grabadora dentro de su cabeza la que le resonara el mensaje y no se apagara nunca.

No se dio cuenta en qué momento sus ojos se volvieron tan pesados que no pudo diferenciar la oscuridad de la  noche con el viaje hacia un sueño, en el que su padre la esperaba bajo un árbol, con una sonrisa dibujada en su rostro; sosteniendo un columpio, e invitándola a sentarse en él.

- Perdóname hija.
- ¿Por qué no me dijiste nada?, ¿por qué desapareciste sin decir nada?
- Ahora sabes el por qué.
- Te habríamos ayudado, mamá habría estado para ti, ambas lo habríamos estado.
- Ahora sabes que ella siempre estuvo ahí, pero no quería que me recordaras de una forma diferente a como yo recordaría siempre nuestra vida juntos.
- Fuiste egoísta, me quitaste a mi padre
- Y yo perdí una hija, a la que nunca dejé, ni dejaré de visitar
- Quiero perdonarte, pero..
- No estás obligada a hacerlo, solo te pido que lo entiendas.

De pronto el columpio dejo de ser impulsado, y al voltear la cabeza, la figura de su padre había desaparecido. Despertó cubierta por una frazada de polar, que no recordaba haber tomado la noche anterior.

Se lavó la cara, y salió camino al hospital, con el único recuerdo tangible que podía tener de su padre dentro de su bolsillo.
Tenía la mente en blanco, y pensaba en el sueño que había tenido, 
- ¿Cuan real podría haber sido todo eso?- pensaba en voz alta cada 5 minitos.

Llegó a la  recepción del hospital, donde le dijeron donde podria retirar los resultados de la autopsia.
Hasta antes de la llamada, no había entrado en un hospital hace años, y esperaba no volver a entrar en uno en varios años más, no a recibir malas noticias al menos.

Luego de haber subido en ascensor 4 pisos, doblado dos veces a la derecha, y haber encontrado un mesón atendido por dos secretarias que no paraban de imprimir, cerrar y entregar sobres; como si fuesen partes fundamentales de una máquina de dar malas noticias.

Le extendieron un sobre con el nombre de su padre, luego de hacerla firmar 3 formularios. Sintió el peso del papel, sonrió y lo guardó en el mismo bolsillo de su abrigo en el que residía la carta.


- ¿No lo abrirá? - le consultó una de las secretarias.
- No, no hoy al menos.
- Entonces no sabrá con certeza de qué murió su padre.
- De hecho, ya lo sé; estaba en fase terminal de cáncer pancreático. El proxac lo utilizaba para calmar su dolor.
- ¿Y eso usted como lo sabe?
- Me lo ha dicho él, y aprendí a confiar en mi padre.

FIN.

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